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defensa personal

Updated: Jul 4, 2020

yo tuve suerte, puedo contar ataques como victorias. porque tuve entrenamiento militar de chiquita. mi mamá me adiestró como a un perro para sobrevivir. nos costó la alegría, la calma, el amor. me azuzó la capacidad de reacción. y aun así, fogoneada como salí al mundo, como una vikinga lista para tomar por asalto un pueblo, veía pelea donde mirara, y de esa parte no hablamos cuando hablamos de violencia. el precio que pagamos las mujeres por defendernos es muy alto. si no te diseñan para pelear, te comen cruda, y si te diseñan para pelear, no tenés paz, caés mal a los más seguros, no confiás en las oportunidades cuando llegan. porque el alerta no es un botón que se enciende y se apaga a pedido, una vez que se apretó, lleva una vida aprender a controlarlo. ver enemigos donde no están es casi tan peligroso como no verlos a tiempo. prepara para encajar en mundos turbulentos, no en los felices. yo incluso aprendí a disimular, no se me notaba lo lista que estaba, por eso shockeaba cuando reaccionaba. pero es como un olor que una tiene, un olor molesto para los acostumbrados a los buenos perfumes. y viviendo conocí a otras como yo, peores que yo, a las que yo les notaba esa actitud que a mí se me hacía tan exagerada como otros la veían en mí. y así aprendí que la intensidad del alerta es directamente proporcional al nivel de riesgo diario, o de abandono, o de hambre. y no se le puede pedir a una mujer que no se dejó caer que se pula las aristas. hay que pulirle las aristas al mundo de la niñez si quieren mujeres más digeribles o menos rotas.


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