Harta de violencia, y más harta aun de la impunidad de la violencia. Harta de fuerzas de seguridad que, en vez de proteger, atacan.Y de Justicias que juzgan a víctimas y liberan victimarios.
Harta de que se apropien de nuestros cuerpos en general y nuestro sistema reproductivo en particular. Harta del adoctrinamiento para la docilidad y el vasallaje. Harta de religiones que nos someten. Reculturalicemos. Resocialicemos. Mapaternemos para la empatía y la igualdad.
Revisemos nuestros hábitos, preguntemos a mujeres generalmente no escuchadas: Aly Diarte, trabajadora InDoméstica de barricada; sobrevivientes de trata y prostitución sin acceso mediático (Sonia Sánchez, Furia Trava, AMADH); a las que viven en zonas de mayor peligrosidad para feminidades y niñeces - no porque no haya peligros para las masculinidades, sino porque sistemáticamente se les encuentra indefensxs: las niñeces, por su naturaleza física y psíquica evolutiva, las feminidades, por la alienación de su propia integridad y derecho a la autodefensa (que es física pero también psíquica), como resistencia literal: física, psíquica en el momento en que suceden las cosas, o como deconstrucción de ese adoctrinamiento para la docilidad y el vasallaje si no se lo pudo resistir con éxito momento a momento, pero se va desarmando lentamente como una pieza de relojería.
Busquemos a las mujeres disciplinadas para el silencio que se reb(v)elan, busquemos fuera de medios e influenciadorxs masivos, a las ignoradas, a las que se les responde con silencio, o se les dan respuestas patronizantes como ¨es más complejo¨, que no van seguidas de explicaciones de esas complejidades o escuchas de sus supuestas simplicidades, que les cierra acceso a los espacios que definen diagnósticos, fallos (legales), políticas o ausencia de políticas que para ellas, más que para nadie, son de vida o muerte.
Las mujeres hemos estado negociando con la amenaza, explícita y tácita, por siglos. Genera una locura que no se cura solamente con terapéutica. El único camino a la cura de la alienación es la justicia social auténtica, la que escucha a las que están a los gritos, salteándose complejidades porque no les queda tiempo, hartas de que no se las vea, se las escuche y se las respete, hartas de saber sus soluciones y se las niegue con voz pausada y una falta de duda sobre el propio quehacer intelectual, jurídico y político que reproduce las violencias de parejas que, tal vez por oprimidos, se desquitan con ellas e hijes. La diferencia entre ese oprimido y esa oprimida es que ella enloquece hacia adentro, se autolastima, explota o se disminuye, pasa el modelo por pánico a que sus crías sufran lo que ella sabe que se sufre. Es la madre que mutila genitalmente a su hija púber para que no la destituyan (a la hija), o la que plancha, quemando, su pecho, en un intento por retrasar su desarrollo y protegerlas de ataques sexuales que se disparan con la vista de botones mamarios. Por eso manifiesto por mujeres y niñes, porque todavía no nos defendemos, y pasamos como herencia el miedo y la locura de vivir vidas de segunda.
La sanación social está en nuestra liberación, que incluye terapia pero sobre todo justicia, el derecho a estar en paz en nuestras casas y en nuestros barrios, el derecho a no temer cotidianamente por la vida o los cuerpos queridos o empatizados y por el propio.
La injusticia y el silenciamiento enloquecen.
Escuchemos a las mujeres que gritan.
Porque son las que pudieron doblarle el brazo al adoctrinamiento.
Quieren - queremos - espacio, hágannos lugar, el lugar que nuestros cuerpos y nuestras palabras merecemos/necesitamos ocupar en el mundo, no más, no menos.
Hagan lugar, que acá estamos.
Véannos.
Oigannos.
Quiérannos, y a nuestres niñes.
La MIsoginia es Miedo.
El patriarcado es letal.
Porque se recuesta en nosotrxs de rodillas
#SeVaACaer si muchxs más nos levantamos.
Abramos camino.
Libertad para lxs que vienen detrás.
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María Soledad Morales
Marita Verón
Diana Sacayán
Lucía Pérez
Micaela García
Rocío Magalí Vera
Presentes
ón