McagonlaOstia!
- hartivista
- Jul 4, 2020
- 6 min read
Las siete de la tarde en la calle Dante Alighieri de Horta/Guinardó, la gente va de compras y algún distraído riega sus plantas en los balcones. McagonlaOstia!!!! Esta no es hora pra regá!! ASQUEROSA!!
Los gritos se escuchan hasta el otro lado de la ciudad, salen de los sanos pulmones de una señora sesentona que evidentemente no es tímida, que decidió en un instante que las tres gotas que le cayeron encima se las tiró una mujer (como si los hombres no regaran) y que para poder gritar cómoda ha estacionado a un costado a la que debe ser su madre, una igual a ella que debe tener ochenta y mira imperturbable a su hija, al balcón, a la discreta mancha de agua en la vereda, y vuelve a mirar a su hija, al balcón, a la discreta mancha de agua, a la indiscreta hija, a mí, al balcón, parece uno de esos boxers de coche con el cuello giratorio. Sal! Da la cara! Asquerosa!!!!
Gente mayor gritando es una escena habitual de Barcelona que causa gracia cuando la víctima es otro. Aquí admiten el mal humor general de los viejos, que roza unos malos modales que ya quisieran haber aprendido los punks más contestatarios.
La broma local es que los únicos viejos alegres fueron franquistas. Porque parece que toda la violencia adolescente de estos geriátricos es resultado de la represión que sufrieron durante cuarenta años. Y ahora se desfogan, como dicen ellos.
Yo estoy en esa franja de edad terrible en que los pendejos me tratan de Señora y los mayores de cincuenta me dicen Nena, y su blanco favorito son las nenas. Encima tengo un perro, excusa perfecta para vernos pasar y gritar Que no mee mi portal!!!!!!
Porque mejor prevenir que curar, por si se me hubiera ocurrido permitírselo, por si mañana o pasado vengo con dieciocho perros y los hago cagar a todos en su puto portal.
Pero no digo nada de esto, porque mi mamá me enseñó a respetar a los mayores, me sobresalto y me alejo lo más pronto que puedo.
Aun así, no tengo buena suerte en los encuentros casuales. Se acerca un señor muy fino del barrio del Ensanche (de los que llevan traje y no levantan las cacas de sus perros), que lleva a una bestia peluda de 60 kilos, un macho peleador que ve al mío y se empieza a babear y a gritarle “Tevuámatá!” en lenguaje canino, mientras también le dice a su dueño “Agarráme que me lo como!” Mi perro y yo, intimidados. El señor, incapaz de dominar a su bestia, grita (me grita) TE DIJE QUE ERA PARA PROBLEMAS!!!
Y yo paso corriendo y rezando por que lo pueda sostener un minuto más. Para cuando se me ocurre contestar No me dijiste nada viejo pelotudo, aprendé a controlar a tu bestia y no me grites a mí!! el hombre está a una cuadra.
Y ahí sigo, repitiéndome la frase mentalmente todo el día, cada vez con más veneno, prometiéndome que se lo voy a decir la próxima vez que lo vea, ya va a ver.
Después está el otro señor, otro jubilado del Raval, de los viejos habitantes de este barrio de inmigrantes de todos lados, donde conviven prostitutas con alemanes ricos y modernos, canadienses supertecnológicos que trabajan a distancia y tienen perros afganos en sus departamentos, junto a otros que los tienen llenos de moros, o de pakistaníes, o de filipinos, algunos explotados, otros emprendedores, otros emprendedores con los bolsos de los turistas.
Este señor, que habitaba el Raval antes que todos, antes incluso que llegaran los romanos a la península, se siente invadido, muy invadido. Y tiene un perro grande y malhumorado al que el mío no le cae bien.
Lo único que tenemos en común este señor y yo es que los dos hemos puesto a nuestros perros esos antipáticos collares de ahorque, de los que los pinchan cuando tiran. En mi caso, porque mi hombro se estaba por descolocar (pero tengo la excusa de que los cachorros pueden llevarlos por un tiempo hasta aprender). El perro de este señor camina tranquilo y su collar en realidad va con los pinchos hacia fuera, para que, en caso de mínimo conflicto con otro perro, el otro se agujeree el paladar.
Lo veo en la plaza del museo de arte moderno de Barcelona y pienso que el viejito no se dio cuenta de lo peligroso que es lo que hace, que debe hacerlo porque no se le ocurrió el accidente que puede pasar y le gira el collar por lástima. Por lástima! “Por lastimar!” lo escucho gritar orgulloso, por lastimar al perro que se le ocurra marcar al suyo. El señor se olvida que la mayoría de los perros, si no están muy locos, se marcan treinta segundos y se acabó. Pero si un perro queda atragantado con un clavo de metal, se pondrá de los nervios y el que está debajo también, así que lo que sería algo sin importancia puede terminar mal. Se lo digo al señor, que me dice que su perro no se pelea con ninguno de los que conoce, sólo con los De Afuera, que ésos se cuiden de él. Y ahí me larga la andanada fascisto-catalanista anti-extranji. Me pregunto si habrá notado mi acento.
Entonces decido que no me gusta más la plaza del Macba, que mejor voy a la plaza de la vuelta de mi casa, que es en realidad una rotonda bastante peligrosa, porque hay mucho tráfico alrededor y casi no tiene bordes, apenas una vereda finita por la que nadie jamás caminaría. Ahí decide mi perro levantar la pata y aliviarse un poco. A mi espalda escucho un grito que me dice en catalán (pero voy a traducir) HAZ QUE DEJE DE MEAR ESE PERRO!!!!!
Me sobresalto, giro y veo a una furia de señora viniendo hacia nosotros, miro a mi perro y el lugar donde hace pis, confirmo que además de no estar prohibido, no molesta a nadie, porque es suicida caminar por ese lugar. Le digo «Señora, acá no molesta a nadie«. A lo que ella, en una devolución mas potente que la de Serena Williams, responde QUE TE MEE EN LA BOCA!!!! GUARRA!!!!!!!
Otra vez lenta para reaccionar, miro a la viejita, tanta ocurrencia de golpe me sobrepasa, tambaleo y apenas atino a decir «Usted es una grosera!« Mientras siento que la escena está al revés, que yo estoy soltando una cursilada y la hard-core que manda gente a cagar (perros, no, nunca, en ninguna parte, por Dios!) es, otra vez, ella.
Como mi vecina, la Presidenta de la Comunidad, que hace cuarenta años vive en este agujero (mi casa) y también siente que un edificio de diez departamentos no se merece dos con chinos, uno con africanos, dos con sudacas, uno con sudaca y guiri (europeo del norte, los mejor llevados de todos los invasores), uno con andaluz gay y otro con andaluza boca sucia que fuma negros (cuarenta negros diarios). Ella y su tiíta (sic) son las únicas personas (catalanas) de bien de todo el edificio.
Su tiíta es otra de ochenta y tiene un leve retraso mental que, mezclado con que sólo habla catalán, la hace balbucearme órdenes casi incomprensibles –y sobre todo estúpidas- cada vez que me ve venir.
Ellas son las que guardan la moral, las buenas costumbres y las llaves de la terraza y de la puerta de entrada del edificio; a los demás vecinos nos dan sólo una para abrir la perforación de cuarenta centímetros de ancho por metro setenta justos, porque abrir una puerta enorme no tiene sentido, pero golpearse la cabeza cada día si uno es más alto que eso, sí.
Esta señora –la sobrina de la deficiente mental mandona- quiere que los jóvenes tomemos la posta en la administración del edificio, colaboremos con ella (que siempre quiere que firmemos cartas contra los chinos) y contribuyamos al bienestar general. Así que yo intenté ganarme su simpatía cuando llegué, no por chupamedias, sólo por convivir, le mandé una postal en navidad, le regalé una vela, mandé a mi mamá de embajadora cuando me vino a visitar, compré carteles con el logo de No Fumar, para que los chinos entendieran lo que ella quería que (no) hicieran (porque No escupir en las Escaleras por ahora no tiene una imagen que los chinos puedan entender) y tuve la maravillosa idea de sugerir, ya que las cucarachas en nuestra escalera son más altas que nosotros, que todos pusiéramos un poco de dinero extra para una fumigación.
Lo dije tímidamente, porque ya hace un tiempo que vivo acá y me acostumbré a la jerarquía social, bwana.
Su cara se transformó. Levantó el brazo con el dedo índice en gesto acusador y gritó Sabes de Dónde Vienen las Cucarachas??????
Resignada dije no.
Con una gravedad digna de actriz de teatro clásico en el clímax, declamando «Has asesinado al rey! Mi hijo!« me grita, acusadora:
DE LOS BARCOS SUDAMERICANOS!!!!!!!

Comments